Legado

(El blues de la generación perdida)

Mis padres serían de los que te reprochan a todas horas (cuando eres reprochable) que no hicieron una guerra para mantener vagos y maleantes. Yo soy de una generación incapaz de atesorar reproches (por los sufridos y por los reprochados) y sin embargo, alguna vez, como la canción de Amaral, me encantaría poder llevarme la tristeza de la cabeza de mi hijo. Alguna vez pienso (pocas) que ¡ojalá! hubiese tenido algo que reprocharle (una guerra no es deseable, es solo una metáfora) pues existe la posibilidad de que un paso muy importante en el desarrollo humano se de gracias al reproche paterno. Aunque sea tan radical como el de los nuestros. Hubo un tiempo en el que envidiaba a conocidos cuyos padres y abuelos sufrieron la guerra civil en el "bando constitucional"; hace tiempo comprendí que todos no podemos tener la misma suerte. Y a unos cuantos como yo nos tocó esta lotería que nos permitió ser (sin casi) mejores personas al superar los reproches paternos y no tener nada que reprochar a nuestros hijos. Ahora estos se van a ver en la necesidad de buscar reproches a los suyos. Y su carencia será un gran obstáculo para legar algo decente a las generaciones venideras. Las crisis económicas nunca son suficiente bagaje ni emocional ni psicológico. La generación de nuestros hijos no es una generación perdida; lo fue la nuestra. Pero pudimos encontrar los senderos personales que nos están llevando ...............


En alguna ocasión he comentado que el punk fue la última corriente musical sincera desde la aparición del rock. Y que el grunge (Cobain) solo era arte sin gracia en manos de artesanos sin gracia que pretendían aprovecharse de la falta de referentes para engañar al público y vivir del cuento. Si no hay reproches posibles no hay espejos donde mirarse. Como yo soy de la psicodelia a caballo entre The Beatles y Pink Floyd (además de cierta formación musical clásica), me siento a salvo de insanas injerencias y con un almacén emocional lo suficientemente grande y preparado como para convertirme en un ecléctico sano. No le hago ascos al AOR y el "Heavy Metal" tiene más proximidad con el pentagrama de la que quisieran algunos.


De los 70 a los 90 retengo un gran baúl de álbumes como verdadera banda sonora de viajes vitales físicos y ahumados. Ninguno me dejó en la cuneta aunque algunas amaneceres humedecieron mis ojos y mis pantalones. Acabada la primera década del nuevo milenio y salvo puntualísimas excepciones, nuestros hijos han elevado el Rap (predicadores apocalípticos) y el TriHopHouse (o como quiera que lo llamen ahora al sampleado puro de acordes ajenos) a la categoría de "Música" de una generación. Esto si es triste. La falta de reproches (bi)direccionales con sus padres les plantea carencias hasta en su banda sonora. ¡Joder, que mal lo tienen! Y encima no quieren ayuda.



© José Antonio Ferrández

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