Polemizando

Creo que la época del año que atravesamos es tan propicia como cualquier otra para el florecimiento de idioteces sociales y desbarres mediáticos. Ahora, a cuento de la desafortunada recepción que ha tenido la Sentencia de la A. P. De Navarra 38/2018, de 20 de marzo, todo el mundo vuelve a descubrir que tiene culo u opinión, que en casos así viene a ser lo mismo. Y si obviamos lo evidente para no crear serendipias innecesarias, cuando solo los jueces, fiscales y abogados deberían pensar en voz alta sobre aquélla, somos todos los demás iletrados los que más gritamos. Excepto los que sufrimos por pensar antes de hablar, que nos callamos como muertos por miedo a decir algo que no se entienda o se entienda mal.

Yo siempre he creído que darle nombres rimbombantes a comportamientos inmorales de hombres y mujeres no tenía ningún sentido salvo para cuantificar el grado de la pena a imponer por la comisión del delito cometido. Y quizás sea eso lo que haya de corregirse. Yo no veo nada claro que iniciativas como la del actual gobierno, más allá de desafortunados chistes en las redes sociales promovidos por quienes estaban en el exterior del portal de Pamplona mirando a ver si la muchacha consentía expresamente, sean la solución. Más bien al contrario, generarán un clima absolutamente incómodo en las relaciones sociales de pareja, en las que lo habitual es lo implícito, producto de juegos y escarceos bienintencionados, y después el gozo o el arrepentimiento según el resultado.

"Todo lo que no sea sí, es no", además de mal eslogan de "tvmovie" de sobremesa o juego de palabras malintencionado, puede suponer una absoluta coacción para cualquiera que pretenda estar más allá de convencionalismos y dar o tomar su cuerpo a otra persona por el mero placer de hacerlo. Y, !ojo!, al sexo en el matrimonio, o ¿también tendrán que poner en negro sobre blanco el SÍ quiero, antes de sentarse a la luz de las velas y con un buen Rioja en la mesa acompañando un estupenda cena preparada por ambos?. Porque cortar el rollo para llamar al notario y que de fé suena muy transversal. Es el problema de no pensar antes de proponer: el público es muy rápido dando estocadas sin pensar tampoco. Y las redes sociales un campo abonado para el desenfreno "intelectual".

En las últimas argumentaciones que leo para sustentar tamañas iniciativas sorprendo el ejemplo de similares ideas legislativas en otros países europeos, casi todos ellos de corte cristiano reformista o radicalmente católica; no obviemos la influencia religiosa en todo esto. Con mucha carga tendenciosa en su idea del papel de la mujer en la sociedad y con más que callar que pregonar en lo que se dice "ejemplar comportamiento" grupal o conyugal.

Repito, más allá de reclamos mediáticos intencionadamente partidistas y de movimientos sociales intencionadamente partidistas (nada es para bien o para mal, cuidado), llegaremos a ver (ya se empieza a vislumbrar) un cierto asentamiento de los impulsos multiculturales, multirraciales, multisexuales, multieconómicos, que permitirán a quienes entienden, y en la profesión hay personas de todos (o casi) los sexos, hacer el mejor trabajo que les encargue la sociedad y que los de dentro del arco (parlamentario) legislen efectivamente con arreglo a las demandas socialmente evolucionadas y, sobre todo, propicien una educación laica, gratuita y universal que incida en valores humanos, sociales y relacionales que facilite la desaparición paulatina de las anomalías (reminiscencias del genoma humano quiérase o no) conductuales de individuo, manada o tribu de cualquier tipo.

Por cierto, no he visto la misma exaltación contra la barbarie de la mutilación genital femenina que se practica, clandestinamente, sí, en nuestro país y otros de la U.E.; o los matrimonios forzosos y negociados de niñas menores de 14 años también en nuestro país y otros de la U.E.; ¿o es que en estos asuntos no hay violencia, coacción, intimidación, etc, además de mayor falta de educación que en el productor de cine, el guardia civil, el entrenador de fútbol o el párroco de nuestros países.

© José Antonio Ferrández

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